
Ante cualquier situación, lo primero que se mueve en nosotros es la respuesta emocional. La situación se procesa primeramente en el sistema límbico, nuestro cerebro más interno y primitivo, que guarda la información almacenada de nuestra historia como seres humanos. En función de la emoción se activa nuestro pensamiento o diálogo interno. Después del sistema límbico interviene la corteza cerebral, nuestro cerebro más joven, evolucionado más tarde en la especie humana, el «disco duro» en el que se guarda la información de nuestras experiencias, nuestra historia personal o de vida. Hay personas ante las que nos sentimos atraídas, nos despiertan interés, nos parecen próximas o cercanas; otras personas nos hacen sentirnos incómodas, nos imponen, generan temor, y lo hacen con su sola presencia, incluso sin hablar. Es el poder de la emoción, base de la comunicación no verbal. La palabra se han de procesar, la emoción te invade.

Las emociones tienen un poder mucho mayor que las palabras. La palabra puede ser seductora, la emoción siempre es contagiosa. Las emociones son el auténtico motor del comportamiento. Emociones vividas condicionan nuestro comportamiento más de lo que podemos imaginar sin llegar a ser conscientes de ello. Las emociones llegan a organizar el diálogo interno o pensamiento. Cualquier persona, necesita desarrollar su lenguaje emocional para entender y expresar emociones adecuadamente.
La capacidad de los bebés para diferenciar las expresiones emocionales parece desarrollarse durante sus primeros seis meses y tienen una capacidad temprana para transferir información emocional del modo auditivo a lo visual. Durante este periodo, los recién nacidos y los bebés prefieren las caras sonrientes y las voces felices. Antes de los seis meses, pueden distinguir otras expresiones como el miedo, la tristeza o la ira. A partir de los siete meses, desarrollan la capacidad de discriminar entre varias otras expresiones faciales. Parece, por lo tanto, que los bebés poseen habilidades tempranas para diferenciar entre emociones.
Las emociones forman parte de nuestras vidas desde una edad temprana. Expresar emociones es la primera herramienta disponible para que los bebés se comuniquen con quienes les rodean. Las expresan a través de su postura, voz y expresiones faciales desde el nacimiento. Estas actitudes ayudan a sus cuidadores a adaptar su comportamiento al estado emocional del bebé.
“Los bebés no solo perciben el estrés de sus madres, sino que también muestran los cambios fisiológicos correspondientes” (Waters, West, & Mendes, 2014).
Sara Waters, académica postdoctoral de la Universidad de California en San Francisco, Wendy Berry Mendes, profesora asociada de emoción Sarlo/Ekman en la UCSF y Tessa West de la Universidad de Nueva York, autoras del estudio, explican que investigaciones anteriores han demostrado que las emociones pueden ser “contagiosas” y que existe una sincronía emocional entre las parejas románticas; esto fue lo que las motivó a investigar si también podría existir sincronía emocional en otra relación cercana: la que se da entre una madre y su hijo.
En una muestra de 69 madres y sus bebés que tenían entre 12 a 14 meses de edad. Conectaron sensores cardiovasculares a la madre y al bebé y tomaron grabaciones de referencia de cada uno. Después de instalarse, la madre y el bebé fueron separados y la mamá fue asignada a dar un discurso de 5 minutos a dos evaluadores, seguido de una sesión de preguntas y respuestas de 5 minutos. Algunas madres recibieron señales positivas de los evaluadores, incluyendo asentir, sonreír e inclinarse hacia adelante. Otras recibieron respuestas negativas, como fruncir el ceño, sacudir la cabeza y cruzar los brazos. Un tercer grupo de madres no recibió ningún comentario. Madres e hijos se reunieron más tarde.
Los resultados fueron que las madres que recibieron respuestas negativas informaron mayores disminuciones en las emociones positivas y mayores aumentos en las emociones negativas , también mostraron signos de aumento del estrés cardíaco. Y los bebés se dieron cuenta rápidamente de esta respuesta al estrés: los bebés cuyas madres recibieron comentarios negativos mostraron aumentos significativos en la frecuencia cardíaca en relación con la línea de base a los pocos minutos de reunirse con sus madres. Es importante destacar que la respuesta del bebé siguió la respuesta de la madre, es decir, cuanto mayor fue la respuesta al estrés por parte de la madre, mayor fue la respuesta al estrés del bebé, una asociación que en realidad se hizo más fuerte con el tiempo.
“Antes de que los bebés sean verbales y puedan expresarse plenamente, podemos pasar por alto cuán exquisitamente sintonizados están con el tono emocional de sus cuidadores,” señala Waters.
En resumen, tu bebé percibe tu estado emocional en cuanto está en tus brazos, además de tus expresiones faciales y tono de voz, y aunque no es capaz de decirte que te ves estresada; está captando las respuestas corporales que acompañan tu estado emocional e inmediatamente comienza a sentir en su propio cuerpo tu emoción negativa. Probablemente falten muchos más estudios, pero estoy segura además que como mamás hemos experimentados que si nuetsro estado de ánimo no es óptimo, nuestrosbebés estan más demandantes, llorones o irritables y que inmediatamente nos calmamos, esta energía también fluye en ellos y se calman.
Si deseas recibir más consejos y apoyo sobre cómo prepararte en la maternidad, la lactancia, alimentacion complementaria, no dudes en suscribirte a mi newsletter o seguirme en Instagram @carlapediatra.
¡Estaré encantada de acompañarte en este viaje hacia una maternidad consciente y llena de bienestar!
Contagio de estrés: covariación fisiológica entre madres e hijos. Sara F. Waters , Tessa V. West y Wendy Berry Mendes 2014